Una noche juntos

Una noche juntos

Era una noche de mil estrellas en el cielo, era un momento despejado, limpio, claro. En la ciudad todo el mundo se había ido a las afueras, ya que hace años que no se podían contemplar de semejante manera las estrellas.

En la vida, la ciudad al completo había hecho nada junta, era un hecho histórico. Todo el mundo estaba echado en el prado contemplando el cielo estrellado, no se oía a nadie, todo el mundo estaba concentrado en el hermoso espectáculo que había ante sus ojos.

Era maravilloso, cada estrella parecía una bombilla deslumbrante, y la luna, por dios, nunca vi una luna tan grande ni tan brillante, se veían incluso los cráteres de ésta. Cuando llevábamos un rato observando la constelación, percibimos un rostro de mujer, redondo, femenino. Era impresionante no hubiéramos visto en el satélite que tantas noches habíamos contemplado durante toda nuestra vida esa cara de mujer. Ahí arriba mirándonos, observándonos, era tan hermosa, no podía parar de mirar.

Tras un rato observando, las estrellas que empezaron a bailar alrededor de la luna, le daban una aureola especial. Los puntitos brillantes no se quedaban atrás en cuento a belleza, aun siendo pequeños eran intensos, pero todo el rato parpadeaban, serpenteaban, eran como fuegos artificiales. Pero poco a poco todo se fue apagando y perdiendo intensidad.

Al día siguiente toda la ciudad estaba durmiendo en el prado, y se fueron despertando lentamente, estaban desorientados no sabían que había pasado. Al rato supieron donde se hallaban y sin hablar fueron cada uno a sus respectivos hogares.

Dijeron en las noticias que había habido una intoxicación del agua corriente, y que era posible que la ciudad hubiera sufrido alucinaciones. Todo el mundo vio la noticia.

A la noche siguiente volvía haber gente en el prado observando la bóveda celeste, parecía que les daba igual si había alucinaciones o no, lo único que querían era un poco de tranquilidad.