¡Al fin! Al fin lo hice, lo estaba deseando desde hace tanto
tiempo que no me lo puedo creer. Llevo semanas, meses, años pensando en ello y
finalmente lo hice. Dios, he conseguido el valor y ahora estoy eufórico. Me
mira desde el espejo mi rostro pero algo ha cambiado, estoy exultante, el color
rojo me da un color impresionante. ¿Por qué no lo habría hecho antes? Ni idea,
todos los días eran lo mismo, día sí y día también, insultos, menosprecios, todo
el santo día. Y yo me calmaba respiraba, contaba hasta diez, treinta incluso
hasta cien, pero esta vez lo olvidé todo.
¿Por qué contaba? Me acuerdo, empezó como siempre un
empujón, un insulto, otro más, no era para nada más grave de lo que normalmente
ocurre pero esta vez no llegué a 100. Algo hizo click en mi cabeza y de repente
veo algo grande y duro en mi mano y un golpe y otro y otro y otro, hasta que
todo se vuelve rojo y sigo contando hasta llegar a 100 mientras mi respiración
se calma. Mis compañeros ni siquiera se han acercado, me miran con esos ojos,
pero donde antes veía desprecio y superioridad ahora solo veo miedo y temor y
me regocijo en ese miedo y poco a poco me yergo del cuerpo de mi antiguo
compañero el cual el pobre ya no se podrá poner más sombreros y entonces como
si se hubiera dado la señal de salida invisible todo el mundo se pone a gritar
y correr.
¿Y ahora qué? Oigo sirenas, normal, no había manera de que
todo esto fuera acabar bien. Abro el grifo y dejo correr el agua fría por mis
manos y me mojo ligeramente los brazos y la nuca, provocando ríos rojos a través
de toda mi ropa.
Al menos ya nadie pensará que no valgo para nada